Yo, Aitor Padilla, soy de Canarias, lo que significa mucho. Allí, en una isla hecha de rocas, nubes y arena, el tiempo tiene una forma diferente. El tiempo es lento. El tiempo te hace ir a la deriva, de un sueño a otro, sin dejar nunca ese estado primario de ilusión. Cuando tomé una cámara por primera vez, recuperé mi propio ritmo. Empecé a filmar todo, cada momento. Nuestras escapadas de patinaje fueron las mejores, suspendidas sobre la ciudad. No dejé de filmar desde entonces y me gané la vida en Barcelona como realizador.